Gluten, lactosa, azúcar y aceite de palma ¿comer o no comer?
Si estás mínimamente al día en temas de salud y alimentación, sabrás que en los últimos meses no se habla de otra cosa. Además cada vez más nos encontramos en los supermercados nuevos productos con reclamos nutricionales del tipo “sin gluten”, “sin lactosa”, “sin azúcar” y próximamente “sin aceite de palma”.
Pero seguro que a todos nos rondan por la cabeza preguntas como ¿es más sana una dieta sin ellos?¿Son adecuados para todos?¿Serán realmente algo más que modas?
Pues bien, para poder ayudar a aclarar todos estas cuestiones y contribuir a que se tenga más información y por tanto se coma mejor, vamos a examinar las ventajas y desventajas de estos productos.
¿SIN GLUTEN?
El gluten es un conjunto de pequeñas proteínas que se encuentra en cereales como el trigo, el centeno, la cebada, la espelta o el kamut, siendo responsable de la esponjosidad del pan o la elasticidad de la pasta. De hecho, en latín ‘gluten’ significa pegamento o sustancia pegajosa (glue en inglés).
El boom de los alimentos sin gluten aparece, entre otras cosas, porque se le empieza a poner nombre a los síntomas asociados a una mala tolerancia al mismo. Estos son tres:
– Enfermedad celiaca o intolerancia al gluten: desorden genético autoinmune que ocurre como reacción a la ingesta del gluten en individuos genéticamente predispuestos.
– Sensibilidad al gluten no celiaca: es la que cuesta más trabajo diagnosticar, ya que no es una reacción de inmunológica ni autoinmune y solo se puede diagnosticar a través de sus síntomas y si estos mejoran a través de una dieta libre de gluten.
– Alergia al gluten: es una reacción autoinmune a cualquiera de las proteínas del gluten. Es la menos común, pero a diferencia de las otras, esta reacción sucede muy rápido tras ingerir algún alimento con gluten y desencadena una serie de síntomas que pueden llevar hasta la anafilaxia.
En general los síntomas más frecuentes son los gastrointestinales como diarrea, estreñimiento o distensión abdominal, pero también existen otros como anemia, irritabilidad, fatiga crónica, amenorrea o diferentes formas de dermatitis.
Por todo ello, antes de plantearse llevar una dieta sin gluten habrá que realizar las pruebas necesarias para determinar si existe realmente un problema con él o no.
En ocasiones tomamos productos sin gluten simplemente porque nos creemos que son más sanos, pero no tiene por qué ser así. De hecho, un producto puede no contener gluten pero sí gran cantidad de azúcar, grasas, conservantes y tantos otros ingredientes tal vez peores.
Si tuvieras que llevar una dieta sin gluten por un diagnóstico o porque te encuentras mejor con ella, lo mejor es hacerlo a partir de alimentos naturalmente sin gluten, lo menos procesado posible, como frutas, verduras o cereales como el arroz, la quinoa, el amaranto, el trigo sarraceno, el mijo, el sorgo o el teff.
Cereales y semillas sin gluten
¿SIN LACTOSA?
Aquí tenemos declarada otra guerra entre la leche de vaca y las bebidas vegetales, en la que se mezclan factores como la controvertida digestión de la leche o la moda del vegano o flexiteriano, que cada vez consume más productos de origen vegetal.
La lactosa es el azúcar de la leche de los mamíferos y responsable de su sabor dulce. Para que esta sea absorbida correctamente es necesaria una enzima llamada lactasa. Cuando esta no se produce en cantidad suficiente puede provocar una mala absorción de lactosa, dando síntomas como dolor abdominal, estreñimiento e incluso vómitos, que es lo que se conoce como intolerancia a la lactosa.
También puede ocurrir que esta se absorba bien pero que exista una alergia a las proteínas de la leche, donde el involucrado será el sistema inmunológico en vez del digestivo y los síntomas estarán relacionados con la piel y el sistema respiratorio.
Ambos se pueden diagnosticar fácilmente, aunque tal y como ocurría con la sensibilidad al gluten no celiaca, también se ha comprobado que personas sin alergia ni intolerancia han mejorado síntomas como la secreción de moco o dolores articulares al retirar los lácteos de la dieta.
Las bebidas vegetales están enriquecidas con la misma cantidad de calcio que contiene la leche animal, pero hay que mirar muy bien los ingredientes ,porque estas pueden contener cantidades elevadas de azúcares (sobretodo la de almendra y arroz). Nuestros consejos al respecto:
– Si utilizas bebida vegetal, que no tenga azúcares añadidos y que esté fortificada con calcio.
– Si utilizas leche animal, que sea entera y ecológica para evitar los residuos de hormonas empleadas en la ganadería intensiva.
¿SIN AZÚCAR?
La sacarosa, azúcar común o de mesa, es un disacárido formado por glucosa y fructosa que se obtiene de la caña de azúcar o remolacha.
El azúcar en su forma original es oscura y pegajosa. Para obtener la versión blanca que hoy consumimos masivamente se somete a un proceso de purificación química y cristalización.
La demonización del azúcar es causada no solamente por las enfermedades asociadas a su consumo, sino por la cantidad muy por encima de las recomendaciones que ingerimos hoy día. Esto es debido a que los productos alimenticios que llenan nuestras despensas contienen mucho más azúcar del que nos pensamos, como ya vimos en el articulo dedicado a los zumos.
Ante la pregunta de cómo podemos reducir la ingesta diaria de azúcar, la respuesta no es sustituir por edulcorantes (como también vimos en este artículo ), sino reducir de manera general su consumo e ir haciendo al paladar a los sabores naturales. Solo de esta manera podremos ir acostumbrándonos a comer alimentos “más reales” y menos preparados alimenticios que se parecen a todo menos a comida.
Si quieres saber si un alimento envasado es más o menos sano, solo tienes que mirar la lista de ingredientes y ver si te comerías todos ellos tranquilamente o no.
¿SIN ACEITE DE PALMA?
El primer puesto de la lista de los demonios alimentarios lo ocupa ahora el aceite de palma. Pero ¿sabemos realmente por qué?
En 2011 salió una nueva normativa europea que obliga a poner el tipo de aceite vegetal que contiene cada alimento, pues hasta entonces no podíamos saber si este era de palma, maíz, soja, girasol u otro. Ahora que es obligatorio especificarlo han saltado todas las alarmas al ver que muchos productos de consumo doméstico (comestibles o no) contienen este aceite.
Antes de ver por qué es tan usado y por qué debería dejar de usarse, veamos cómo reconocerlo en una etiqueta:
– Aceite de palma
– Aceite de palmiste
– Grasa vegetal (palma)
– Sodium palmitate
* Ver más en esta lista
Fruto de la palma
Este aceite se usa tanto porque es barato y aporta una textura y sabor muy agradables, hasta el punto de que a algunos productos que lo contienen en gran cantidad, como los donuts, les resultaría prácticamente imposible eliminarlo de su formulación, pues cambiaria totalmente y seguro que dejaría de saber a donuts.
El problema del uso de este aceite en la industria alimentaria es, por un lado, el gran impacto ambiental consecuencia de su explotación, producción y transporte, y por otro su alto contenido en ácidos grasos saturados, en particular el palmítico, que está asociado a enfermedades cardiovasculares y ciertos cánceres. Ahora bien, esa no es la única sustancia nociva de este aceite . También contiene subproductos derivados del proceso de refinado y de la temperatura muy perjudiciales para la salud y considerados tóxicos.
En defensa del aceite de palma hay que resaltar que en su estado puro sin calentar ni refinar no produce estos tóxicos, pero por desgracia el que nos encontramos en los alimentos no es este.
Entonces ¿esto quiere decir que aquellos alimentos a los que se les quite el aceite de palma son buenos? NO. Como veíamos para el azúcar, el gluten o la lactosa, la eliminación o sustitución de un ingrediente no lo vuelve saludable automáticamente. Volvemos a recordar el truco de la lista de ingredientes como indicador de saludable, siendo aún mejores aquellos que no necesitan adjuntar ninguna lista porque no viene envasados, como las frutas o las verduras, subiendo un escalón más en salud si son ecológicas.