¿Es posible trabajar, tener una familia y además comer bien?

Trabajar, tener una familia y comer bien. A veces puede parecer que uno necesita ser malabarista para jugar con estos tres elementos sin que se caiga ninguno.  Pues bien, para esto sin perder los nervios o abandonar en el intento, primero habrá que aprender cómo hacerlo y luego practicar hasta que salga solo.

Para esto vamos a identificar cuáles son los principales motivos que hacen que cueste tanto mantener una alimentación adecuada en una época de fusión de géneros, una época donde la responsabilidad por las comidas en el hogar ha quedado un tanto en el limbo. Desde que las mujeres se han convertido en súper heroínas capaces de desempeñar todas las funciones tanto familiares, como profesionales y si queda tiempo personales, sin sentirse culpables en el intento, y los hombres empiezan a participar cada vez más de las responsabilidades del hogar pero aún de una manera un tanto opcional, se corre el riesgo de que llegado el momento de comprar o cocinar aparezca el conflicto de si lo haces tú o lo hago yo.

Para evitar esto puede resultar útil un reparto de tareas y asignación justa de roles, de manera que ese tiempo que se pierde en debatir se pueda emplear en pensar una comida diferente.

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La organización de las comidas y los menús también facilitará mucho la tarea, pues hacer un plan semanal por ejemplo permitirá no tener que pensar en ello durante la semana. Además de hacer un menú semanal se pueden dejar algunos de los platos preparados y congelados.

Por ejemplo, un menú equilibrado debe tener al menos 3 días a la semana un plato con legumbres, bien en forma de potaje saludable, bien en forma de ensalada o como acompañamiento. Para esto resulta útil elaborar en el fin de semana un par de platos como lentejas (con más vegetales y menos cárnicos) o guiso de alubias negras con zanahoria, calabaza, puerro y tomate y congelarlos en envases con las raciones necesarias para un día.

También se aconseja consumir 3 días a la semana pescado azul como caballa, salmón, atún, agua, salmonetes, boquerones (mejor en vinagre que fritos), etc. Para esto será útil comprar el pescado una vez por semana y congelarlo en filetes individuales para ir sacándolos cuando toque; además mantiene bastante bien sus propiedades nutricionales congelado hasta una semana.

Si se come por la noche y no se ha realizado ejercicio físico, se puede acompañar con una ensalada pero que sea variada en vegetales e intentar que no sea siempre la misma para que no resulte aburrido. 

Para comer variado hay que comprar variado, y para esto es muy importante que en la lista de la compra abunden frutas y verduras ecológicas de diferentes formas y colores para que nos permita hacer ensaladas diferentes, guarniciones diferentes y meriendas variadas con zumos de frutas varias por ejemplo.

 

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Las cenas suelen ser la perdición de la mayoría de los hogares, pues llegada esa hora a uno ya no le suele quedar ganas de seguir pensando y acaba acudiendo el frigorífico y cogiendo lo primero que entre por la vista. Si además lo combinamos con un día estresante, lo más probable será que esta elección no sea precisamente una lechuga o un filetito de pescado sino que la apetencia sea más bien por aquellos alimentos menos saludables como embutidos, queso, dulces, cereales de desayuno azucarados o alcohol que calmen la ansiedad o llenen el vacío.

Contra esto funciona muy bien el tener planificada ya la cena a priori y no tener disponibles demasiados alimentos de los que realmente no queramos abusar. También es cierto que, en algunos casos, una tapa (no una ración) de alguno de ellos así como una copa de vino pueden ayudar a relajar las ganas de transgredir a través de la comida y acompañar a una comida saludable.

Tomar algo como fruta o frutos secos crudos podrá ayudar a todo haciendo que lleguemos a la cena con menos hambre. Igual a media mañana, sobre todo las personas que comen después de las tres de la tarde.

 

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Aunque a primera vista pueda parecer difícil, no será más que un esfuerzo de planificación y voluntad que, una vez cogido el ritmo, será mucho más fácil y más satisfactorio  que dejarse llevar por una rutina que te obliga a sacrificar una alimentación que te proporcionará indudablemente una mejor calidad de vida y mayor sensación de bienestar.